Movilidad sostenible, materia pendiente


Por Maria Elina Serrano   

El cambio climático es un tema cada día más común en el lenguaje cotidiano. Desde un día frío o caluroso fuera de época, o condiciones meteorológicas adversas, inmediatamente aparece ese futuro tan temido y aún poco tenido en cuenta en la cotidianeidad. 

Parece que le pasara a otros, pero tambén nos pasa a nosotros. En realidad son otros , los países más desarrollados, quienes en su mayoría generan los gases efecto invernadero, pero somos nosotros recibimos el impacto,  debemos mitigar sus efectos y adaptarnos a los tiempos que vienen.

La vida en las ciudades se vuelve compleja. Tal vez porque venimos de dos años donde aprendimos o ejercitamos el trabajo remoto, hemos comenzado a considerar atentamente los traslados. La crisis de los combustibles fósiles, el tránsito caótico, la superpoblación de vehículos en las rutas, calles y avenidas hacen que todo espacio de trasporte quede chico y que nos preguntemos cómo estaremos en 20 años.

Algo tan simple como moverse dentro de las ciudades, amenaza con volverse una pesadilla.

Ciudades sostenibles

Cada vez pasamos más tiempo yendo de un lugar a otro. A muchos nos gusta vivir más cerca del contacto con  la naturaleza, pero significa mucho tiempo de traslado entre viaje, espera, estacionamiento. Más grande la ciudad, más complejo el tránsito, menos los sitios para estacionar y la realidad muestra que muchas personas viajan solas, desaprovechando espacios y energía.

¿Cambiaremos nuestros hábitos o cambiará nuestro entorno? ¿Las ciudades se volverán más amigables con sus habitantes?

Las dificultades de acceso y movilidad para las personas con discapacidad, adultos mayores o quienes trasladan niños pequeños son un enorme desafío. Un ideal imaginario sería vivir y trabajar en el mismo barrio. Que existan centros educativos, acceso a centros de salud  y espacios recreativos. Sueños del siglo XX que aún no se cumplen.

Una ciudad sostenible pretende ser una ciudad que logre priorizar los derechos de sus habitantes, incluyendo el acceso a la vivienda, al agua potable y saneamiento, a la seguridad alimentaria, la salud, la educación, la movilidad y un  ambiente sano y equilibrado. Pero también necesita una equidad  en el territorio que construya lazos culturales, intergeneracionales e inclusivos.

Las ciudades sostenibles no solo deben apuntar  a ser resilientes a los impactos del cambio climático, sino a considerar la integración en socioecosistemas, incluyendo a las comunidades en la toma de las decisiones.

No existe un modelo único de ciudad sostenible uniforme, más bien se trata de pensar las realidades y potencialidades de desarrollo con las características propias de cada región geográfica, características demográficas, culturales y procesos históricos.

Siempre en movimiento

Las dificultades en el transporte público, la sobrecarga de las rutas, la enorme dependencia de los combustibles fósiles, nos hace pensar en el futuro inmediato que vemos en países desarrollados, está aún muy alejado de nuestra realidad cotidiana.

La tecnología avanza más rápido que nuestra capacidad de adaptarnos a los cambios. O simplemente, podríamos hacerlo pero estamos económicamente lejos.

En Argentina el transporte representa el 30% de la demanda energética total y según el Inventario Nacional de Gases Efecto Invernadero (GEI), este sector explica 15% de GEI y 24% de las emisiones de CO2 cada año.

La movilidad en los centros urbanos surge como determinante. ¿Estamos pensando como sociedad en los desafíos de los próximos 20 años?

La electromovilidad que ya es un hecho en muchos países del mundo (inclusive Latinoamérica) es una materia pendiente en la Argentina. Si bien nuestro país posee la materia prima: cobre, litio y energías renovables, acceder a un vehículo hibrido o eléctrico es un privilegio de un pequeñ{isimo sector socioeconómico.

Este año el Poder Ejecutivo Nacional presentó un proyecto de Ley de Movilidad Sustentable, que tiene como principal objetivo promover la utilización creciente y sostenida de vehículos propulsados con fuentes de potencia no convencionales, de producción nacional. Cubre toda la movilidad terrestre: livianos, medianos, pesados, de pasajeros, de carga, la micromovilidad, los experimentales y los designados por la Autoridad de Aplicación.

Un híbrido, por favor

Si bien no están dadas las condiciones para el aumento de los vehículos totalmente eléctricos, hace varios años que los híbridos son una buena opción. Estos vehículos  combinan un motor a combustión y uno eléctrico con una batería de alto voltaje. Se basa en el funcionamiento del motor eléctrico, y cuando se necesita más potencia comienza a funcionar el propulsor naftero (o diésel), automáticamente.

La carga de las baterías del motor eléctrico se realiza con el propio andar del auto, por lo que no requiere infraestructura de carga y quien conduce no percibe el cambio de fuente. Sólo  observa que puede ahorrar hasta el 50 % del volumen de combustible, dependiendo de la forma de manejo. Son un camino hacia la neutralidad del carbono. Prácticos y muy eficientes.

Pero aún es muy difícil poder acceder a ellos y la industria nacional debe prepararse para un complejo sistema productivo que también considera la micromovilidad, desde vehículos utilitarios pequeños hasta bicicletas eléctricas y monopatines, que actualmente son tan comunes en las ciudades más importantes del mundo. Por eso, no solo es un desafío reconvertir la industria automotriz nacional, sino pensar nuevas formas y combinaciones multimodales de transporte que nos permitan aprovechar mejor cada hora del día, además de contribuir a la gestión sostenible de nuestro territorio.

Maria Elina Serrano   








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