Esto no se termina con Ómicron: a pesar de que disminuyen las infecciones, la pandemia sigue


A medida que los casos disminuyen en algunas partes del país, muchos esperan que este repunte sea la última gran batalla contra el virus.

Debido a la inmunización irregular en las poblaciones y el surgimiento de nuevas variantes, es probable que el coronavirus se convierta en una amenaza persistente pero manejable.

Por Apoorva Mandavilli – The New York Times


Una clínica de vacunación contra la covid en Berkley, Míchigan, este mes. La disminución de las infecciones hace que algunas personas se sientan optimistas ante la posibilidad de que la variante ómicron sea el comienzo del fin de la pandemia. (Emily Elconin para The New York Times).


Después de unas semanas frenéticas en las que la variante ómicron del coronavirus parecía contagiar a todo el mundo, incluso a personas vacunadas y con refuerzo, por fin comienzan a surgir señales alentadoras en Estados Unidos.


A medida que los casos disminuyen en algunas partes del país, muchos esperan que este repunte sea la última gran batalla contra el virus; esperan que, por sus características únicas, la variante ómicron signifique el fin de la pandemia para los estadounidenses.


La variante se disparó en Sudáfrica y Reino Unido, y luego decayó con rapidez. En Twitter se han publicado gráficas que muestran el descenso de los niveles del virus en las aguas residuales de Boston y San Francisco. El lunes, el máximo responsable regional europeo de la Organización Mundial de la Salud sugirió que “la variante ómicron ofrece una esperanza plausible de estabilización y normalización”.


“Las cosas pintan bien”, señaló el domingo Anthony Fauci, asesor principal del gobierno de Joe Biden sobre la pandemia. “No queremos confiarnos en exceso, pero parece que en este momento vamos en la dirección correcta”.


¿Qué inspira ese optimismo? La idea es que hay tanta gente que está ganando inmunidad a través de la vacunación o de los contagios por ómicron que pronto el coronavirus no podrá encontrar cómo asentarse en nuestras comunidades y desaparecerá de nuestras vidas.


Personal de la sala de emergencias durante el tratamiento de un paciente de covid en el Hospital Pascagoula en Misisipi. Pareciera que las hospitalizaciones se están estabilizando en una cifra de 155.000 diarias, en promedio. (Rory Doyle para The New York Times).


No obstante, en entrevistas con más de una decena de investigadores de salud pública, inmunólogos y biólogos evolutivos, el curso del virus en Estados Unidos parecía más complicado… y un poco menos optimista.

Comentaron que, al infectar a tanta gente, sin duda ómicron nos acerca al final de la pandemia. La actual oleada de contagios está retrocediendo y hay motivos para esperar que las cifras de hospitalizaciones y fallecimientos sean las próximas en bajar.

El camino hacia la normalidad puede ser corto y directo, la meta está a solo unas semanas de distancia, y las terribles oleadas quizá se conviertan en cosa del pasado; o puede ser largo y lleno de baches, salpicado de brotes en los próximos meses o años mientras el virus sigue buscando dónde arraigarse.


En cualquier caso, según muchos científicos, no es probable que el coronavirus desaparezca por completo y la inmunidad de rebaño es solo un sueño por el momento. La inmunidad de la población contra el virus será imperfecta por diversas razones.


“Tal vez hubo un período breve en el que pudimos alcanzar ese objetivo”, señaló Shweta Bansal, modelista de enfermedades infecciosas de la Universidad de Georgetown. “Pero, en este momento, ya lo pasamos hace mucho”.


En cambio, parece probable que el coronavirus se vuelva endémico: algo permanente en la vida de los estadounidenses, una enfermedad más leve, como la influenza, con la que la gente debe aprender a vivir y lidiar.


Al principio de la pandemia, algunos calcularon que vacunar a cerca del 70 por ciento de la población podría lograr la inmunidad colectiva. Pero cuanto más contagiosa sea una variante, mayor será el porcentaje de personas vacunadas requeridas para alcanzar ese umbral. (Allison Zaucha para The New York Times).


No obstante, el futuro también depende de un comodín: las variantes nuevas. Ómicron apareció apenas a finales de noviembre. La mayoría de los investigadores creen que se avecinan otras variantes, porque el porcentaje de la población mundial que está vacunado es bajo. Existe la posibilidad de que, con el tiempo, algunas variantes sean sumamente contagiosas y podrían provocar un corto circuito en las defensas inmunitarias del organismo, lo cual alargará el sufrimiento de todos.


“Esta es una historia con muchas versiones y el final aún no está escrito”, aseveró Anne Rimoin, epidemióloga de la Universidad de California en Los Ángeles. “Nadie puede decirnos qué va a pasar”.


Hasta el miércoles, Estados Unidos registraba más de 650.000 casos nuevos diarios, en promedio, frente a los más de 800.000 de hace dos semanas. Los fallecimientos siguen aumentando, con una media de más de 2300 al día, pero las hospitalizaciones parece que se están estabilizando, con unas 155.000 al día, en promedio.


En el mejor de los casos, a medida que esos números caen, muchos estadounidenses pronto podrán recuperar gran parte de sus vidas antes de la pandemia. Quizás para la primavera en el noreste, y probablemente más tarde en otras regiones, muchos podrán ir a trabajar sin mascarillas, enviar a sus hijos a la escuela y socializar con familiares y amigos sin preocupaciones.

Solo aquellos con alto riesgo de covid, debido a su edad, estado de salud u ocupación, necesitarían refuerzos regulares adaptados a la última variante.


“Si pudiéramos mantener a la gente fuera del hospital y sin enfermedades de gravedad, creo que podríamos volver a la normalidad con las pruebas y las vacunas”, afirmó Michel Nussenzweig, inmunólogo de la Universidad Rockefeller de Nueva York.


A largo plazo, muchos podríamos experimentar una infección leve cada pocos años, como ocurre con los coronavirus que causan el resfriado común, pero no enfermaríamos de gravedad.


La idea de que la variante ómicron sea la última amenaza del coronavirus tiene un enorme atractivo. Es lo que todo el mundo quiere, lo que todo científico espera, pero para conseguirlo, los estadounidenses tendrían que tener suerte e inteligencia.


Un virus endémico no indica necesariamente una amenaza menor. La tuberculosis es endémica en la India y otros países, y mata a más de un millón de personas cada año. En los países africanos, el sarampión es endémico. Ese virus circula de manera constante en niveles bajos y desencadena grandes brotes periódicamente.


Al principio de la pandemia, las autoridades de salud calcularon que, en el caso del coronavirus, la vacunación de alrededor del 70 por ciento de la población podría superar el umbral de inmunidad de grupo, lo que significa que el coronavirus se convierte en una amenaza insignificante.


No obstante, cuanto más contagiosa sea una variante, mayor será el porcentaje necesario de personas vacunadas para alcanzar el umbral. Cuando apareció la variante alfa, los científicos modificaron el nivel al 90 por ciento.


A principios del año pasado, reconocieron que era probable que el objetivo de inmunidad de rebaño estuviera fuera de alcance.

Inmunidad imperfecta


La magnitud de la amenaza que supone el coronavirus depende en parte del nivel de inmunidad que mantenga el país a lo largo del tiempo. Es una evaluación difícil de hacer.


Todavía hay millones de personas en Estados Unidos y en otros países que no están protegidas contra el virus y no tienen planes de inmunizarse. Las vacunas de refuerzo son necesarias para prevenir el contagio con la variante ómicron, y solo la mitad de los estadounidenses que cumplen los requisitos las han recibido.


Además, los científicos saben poco sobre la fuerza o la duración de la inmunidad que deja una infección por ómicron, y sí saben que la protección contra las infecciones dada por las vacunas disminuye después de un período relativamente corto. (La protección contra la hospitalización y la muerte sigue siendo fuerte durante un periodo más largo).


Si la protección de la población contra el virus es débil o transitoria, como es posible, los estadounidenses podrían seguir experimentando brotes con la relevancia suficiente para abarrotar los hospitales durante años. Para contenerlos, la gente tendría que hacer fila para vacunarse cada año contra el coronavirus, quizás en otoño, como se hace con las vacunas contra la influenza.

Si el virus persiste como una amenaza endémica, la cantidad de personas vulnerables también cambiará con el tiempo. Los jóvenes envejecerán en grupos de mayor riesgo o desarrollarán condiciones que los pongan en riesgo, y los bebés llegarán sin inmunidad.


“Ya sea por la evolución, por la disminución o por el cambio de población, tenemos una susceptibilidad que permite la transmisión en el futuro”, dijo Adam Kucharski, epidemiólogo de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.

Nuevas variantes


Un centro de pruebas móvil en Washington, D. C. -(Tom Brenner para The New York Times)


La falta de vacunación generalizada, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo, sumada a la incertidumbre sobre cuánta inmunidad deja ómicron, le abre la puerta a la posibilidad de variantes nuevas. Algún día, una de ellas podría esquivar las defensas inmunitarias tan bien o incluso mejor que ómicron.


“Creo que ómicron es un ejemplo de cómo sería la COVID-19 si fuera endémica”, afirmó Kristian Andersen, virólogo del Instituto de Investigación Scripps de San Diego. “Pero esto no se termina con ómicron, porque surgirán variantes futuras”.


Ni las vacunas ni los contagios ofrecen lo que se conoce como inmunidad esterilizante, lo que significa que la protección que ofrecen parece debilitarse con el tiempo. La protección obtenida con un contagio por delta u ómicron tal vez no sea tan eficaz contra las nuevas variantes, ya que el virus cambia con rapidez y de maneras inusuales.


Los virus suelen evolucionar en forma de escalera y cada variante nueva se desarrolla a partir de la anterior, pero las tres variantes más peligrosas del coronavirus (alfa, delta y ómicron) evolucionaron de manera independiente. El coronavirus no se basó en su trabajo anterior, por así decirlo, sino que se reinventó una y otra vez.


A medida que se vacune cada vez más gente, la evolución favorecerá formas del coronavirus que podrían eludir los anticuerpos y otras defensas inmunitarias.


“Podría surgir otra variante de la nada que responda a una presión de selección en la que no habíamos pensado o con mutaciones que no combinamos”, comentó Emma Hodcroft, epidemióloga molecular de la Universidad de Berna, Suiza.


Contrario a la sabiduría popular, no está garantizado que el coronavirus adopte una forma más leve con el tiempo. Un virus a veces evoluciona para ser menos virulento si mata a sus huéspedes antes de que haya logrado transmitirse a otros, o si se queda sin huéspedes a quienes infectar. Ninguna de las dos cosas sucede en el caso del coronavirus.


“Hablando con franqueza, no mata a suficientes personas como para agotar su reserva de individuos que infectar”, dijo Jeffrey Shaman, experto en salud pública de la Universidad de Columbia. “Y ciertamente se transmite de una persona infectada mucho antes de que el virus mate”.


Incluso si la próxima variante es tan leve como ómicron o incluso más, una variante altamente contagiosa aún podría causar estragos en el sistema de salud.


“Cuando tienes algo tan contagioso como ómicron, no hace falta que sea sumamente grave para complicar mucho las cosas”, concluyó Bill Hanage, epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública T. H. Chan de Harvard.

Jim Wilson/The New York Times


El futuro también dependerá de nuestra tolerancia al riesgo, tanto a nivel individual como desde el punto de vista de los países. La comparación más relevante es con el virus de la gripe, que ha coexistido con los humanos durante cientos de años.


Al igual que el coronavirus, la gripe es principalmente una amenaza para ciertos grupos, en este caso, adultos mayores, niños menores de 5 años y personas con sistemas inmunitarios más débiles.


El resto de la población toma pocas precauciones. Las empresas y las escuelas no requieren pruebas negativas para quienes han tenido gripe, ni las personas usan cubrebocas para protegerse. Solo alrededor de la mitad de los estadounidenses adultos eligen vacunarse cada año.


Con el coronavirus, los funcionarios de salud pública están luchando con lo que debería ser normal, incluidas los compromisos aceptables. Pero sí reconocen que se avecinan cambios.


“No tenemos una visión de qué nivel de control estamos buscando”, dijo Jennifer Nuzzo, epidemióloga de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins. “Simplemente, no creo que cero casos sea el objetivo para ninguno de nosotros”.


Este mes, un grupo de exasesores del presidente Biden pidió al gobierno que planifique una “nueva normalidad” que implique vivir con el coronavirus y la gripe a largo plazo. Al igual que Nuzzo, argumentaron que el gobierno debería establecer objetivos para la cantidad de hospitalizaciones y muertes que desencadenarían medidas de emergencia.


Debido a la frecuencia con la que el coronavirus ha alterado las expectativas, los estadounidenses esperaran lo mejor, pero deberían estar preparados para vivir un poco más con ciertas restricciones.


“Todos queremos que esto termine”, dijo Shaman. “Pero opino que tenemos que ser un poco más agnósticos en nuestro enfoque de todo esto”.


“No lo sabemos”, agregó. “Simplemente no lo sabemos”.





El músico, de 70 años, recibió el refuerzo en el vacunatorio del kilómetro 46 en Pilar. Le aplicaron Pfizer.


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